“Cómo conseguir que lea esta verano sin que termine odiando los libros”
De norte a sur, de este a oeste, la consigna es “que aprendan a leer porque necesitan entender lo que están leyendo, les va a hacer falta para resolver problemas de matemáticas, ejercicios y contenidos de los libros de texto”. Y con la prisa de lograr el objetivo obviamos que la forma de acercarse a la lectura es lo que marca el éxito de estos aprendizajes.
Leer (y también escribir) es un proceso complejo. A menudo creemos que es cuestión de repetir y que eso por sí solo es suficiente y eficaz. Pero hay muchos factores implicados en esta destreza. ¿Sabías que el acto de leer requiere un alto nivel de especialización y coordinación hemisférica? ¿Que l@s niñ@s, incluso l@s más pequeñ@s, tienen sus propias ideas sobre qué pone en los libros, qué es leer y para qué sirve?
Cuando no tenemos en cuenta estos elementos el resultado es el contrario al que buscamos. Niños a los que les que repelen los libros. Con peleas permanentes por 10 minutos diarios de lectura. Con dificultades de comprensión. Y para todos ellos la recomendación suele ser la misma: “Tiene que leer todos los días un poco”
Se habla poco de lo importante que es el placer y los intereses personales en la adquisición de habilidades. Aún se implementa menos la tan manoseada inteligencia emocional, sobre la que se debate bastante pero aún no se sabe gestionar demasiado. La huella que deja una experiencia significativa en el cerebro de un niño es muy poderosa, mucho más de lo que pensamos. Y cuando subestimamos esta realidad, es cuando olvidamos que asocian vivencias con personas, objetos y tareas. Si leer va siempre acompañado de mala experiencia, terminará odiándolo.
Hay algo que puedes hacer, que está a tu alcance y que puede restaurar niños “escamados” con los libros o motivar a los más pequeños: lee a tu hij@ con generosidad, solo por el placer de disfrutar de la historia, de compartirla, de estar junt@s.
Y no le obligues, ni siquiera 10 minutos diarios. No le chantajees, amenaces o coacciones de ningún modo. No le insistas. No le premies ni le castigues. Déjale tranquil@. Hay muchas otras cosas que son eficaces y no tienen efectos secundarios: lee tú, compra libros, id juntos a la biblioteca, aprovecha sus intereses para poner a su alcance libros de consulta, léele mucho sin turnos obligatorios en voz alta. Háblale de tus lecturas de infancia, regalad libros a amigos y familiares, cuéntale historias reales o inventadas. Pon a su alcance libros de todo tipo.
Evita señalar una y otra vez los “errores” de lectura. Reconoce su esfuerzo, su interés, el proceso, mucho más que el resultado. Percibe rápidamente tu decepción y enseguida tiende a sentirse torpe y culpable.
Si conviertes la lectura en una obligación, en vez de permitir que la descubra como herramienta y placer, habrás contribuido justo a lo que querías evitar. Invierte tu energía en aprovechar las posibilidades de los juegos de palabras y las páginas, en vez de tratar de “convencerle” de la importancia de saber leer. No es que no confíe en ti, es que su experiencia le revela otras sensaciones cuando es obligatorio. Y si le insistes, le fuerzas a elegir entre lo que experimenta y su cariño hacia ti. Más aún, acabará convencido de que hay algo malo en él por no querer leer. Y con el tiempo quizá llegue a creer que “no es lo suyo” que “no se le da bien” o que “es para aburridos”.
¿Y acaso no hemos venido a gozar y expandirnos? Pues facilítale momentos divertidos, plenos, emocionantes…y libres en su relación con los libros.
El rechazo hacia una actividad no desaparece haciendo más de eso mismo que me disgusta. Entonces ¿para qué insistirle tanto? Respeta sus tiempos. Ningún manzano da peras; ningún manzano da manzanas cuando yo quiero que las dé, sino a su tiempo. Mantén viva su curiosidad. Fomenta sentimientos agradables en su relación con los libros.
Haz de todo el proceso una oportunidad para aprender, en vez de
un motivo para la crítica.
¿Y eso cómo se consigue?
1) Mordiéndote la lengua cada vez
que tengas ganas de darle una lección
2) Con preguntas que le ayuden a reflexionar
3) Confiando en su criterio y mirando las cosas
desde su perspectiva
4) Manejando y resolviendo yo el temor que
experimento cuando “falla”
5) Poniéndote en su piel y haciendo memoria de lo
frágil que era tu autoestima en la infancia y lo fácil que te resulta ahora sembrar
desconfianza en sí mism@
6) Reconociendo su empeño más que sus resultados
7) Creando una confianza inquebrantable en sus
posibilidades y trabajándote la humildad: no eres capaz de abarcar la maravilla
que es como persona, ni de anticipar su logros vitales
8) Evitando las etiquetas, las quejas, los soplidos
y ojos elevados al cielo cuando comete un error
9) Pidiéndole su punto de vista y también su ayuda
10) Permitiendo y colaborando para que explore,
pruebe, comience y deje, invente, destruya y cree.
Este verano y siempre, libros por placer.
Mª Pilar Gómez es Coach de Familia e Inteligencia Emocional, Maestra y Divulgadora Educativa.
Trabaja por los buenos tratos a la infancia, la reconciliación con los adolescentes y las buenas prácticas educativas. Puedes encontrarla en la Plataforma Raíces-Red de Apoyo Integral a las Comunidades Educativas y en su página en Facebook