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Aprender por la experiencia

DM Nov 07
Máster Experto en Terapias Contextuales. Terapia de Aceptación y Compromiso
www.azucenaaja.es

Empezar desde cero. ¿Imaginas que hubieras podido conocer el mundo de esta forma…?

J.D. Salinger en uno de sus cuentos a propósito de la educación se pregunta ¿cuál sería la mejor metodología a utilizar para el crecimiento de las personas? Uno de los personajes de la historia mantiene la siguiente propuesta:

Creo que primero reuniría a todos los niños y les enseñaría a meditar. Trataría de enseñarles a descubrir quiénes son y no simplemente cómo se llaman y todas esas cosasPero antes todavía, creo que les haría olvidar todo lo que les han dicho sus padres y otras personas, quiero decir, aunque los padres les hubieran comentado que un elefante es grande, les enseñaría que sólo lo es cuando está al lado de otra cosa, por ejemplo, un perro o una persona. Ni siquiera les diría que un elefante tiene trompa; cuando más, les mostraría un elefante. Y lo mismo haría con la hierbaNi siquiera les diría que la hierba es verde(W. Cunningham)

Lo que está planteando este personaje es la importancia de aprender por la experiencia. Los seres humanos podemos seguir reglas, aprender en base a instrucciones que nos dicen los padres y maestros cuando somos pequeños u otras personas cuando somos adultos. Este tipo de aprendizaje resulta muy útil para aprender a evitar peligros que pueden ser de vital importancia. Por ejemplo, les decimos a los niños que no metan los dedos en el enchufe o que no se asomen a la ventana porque es peligroso. Hemos aprendido a evitar ese tipo de peligros escuchando una y mil veces estas instrucciones sin necesidad de comprobar por propia experiencia cuál es el resultado de jugar con fuego, asomarse al balcón o cruzar la carretera sin mirar. Podemos decir que para aprender este tipo de cosas seguir la regla que nos dan es muy importante. Nos pone a salvo. Sin embargo, para la mayor parte de las cosas importantes de la vida parece más conveniente que los niños/as experimenten por sí mismos, tomando sus propias elecciones y experimentando las consecuencias de las mismas. No se trata de que los niños/as hagan lo que les da la gana que es lo que temen los padres y madres cuando les planteo esta cuestión. Se trata de que dentro de las opciones que le da el adulto el niño/a pueda elegir y experimentar qué es lo que sucede con lo que eligió. A veces le irá bien y entonces podrá tener la satisfacción de haber elegido algo bueno para él. Otras veces experimentará consecuencias desagradables que le ayudarán a cambiar o modificar su comportamiento y seguir avanzando.

Estamos acostumbrados a premiar a los niños con elogios y refuerzos que el adulto establece desde fuera sin que exista conexión entre lo que el niño hizo y lo que sucede a continuación. Cuando el adulto dice “estoy muy orgullosa de ti” está reforzando al niño situando la consecuencia de su conducta en la emoción que provoca en otra persona. No es que esté mal reforzar y elogiar a los niños/as, simplemente se trata de no convertirlo en el principal medio de aprendizaje. Si junto a ese elogio el niño ha podido experimentar en sí mismo el orgullo de haber realizado una elección o un trabajo y conseguir el resultado esperado tendrá una experiencia inestimable y su autoestima y seguridad personal habrán subido varios puntos.

Con los niños/as muy pequeños comenzamos utilizando reglas y estableciendo las consecuencias de sus conductas de forma verbal para enseñarles la cantidad de cosas que necesitan aprender cada día. Decimos ponte el abrigo que hace frío y si sales sin él tendrás frío”, “vamos a recoger los juguetes para ordenar la habitación e ir a comer”, “hay que lavarse las manos antes de comer porque están sucias y puedes enfermar, etc. Pero es muy importante que pronto en el desarrollo del niño/a vaya teniendo la oportunidad de experimentar por si mismo las consecuencias de sus actos. Así por ejemplo le decimos ponte el abrigo que hace frío y si sales sin él tendrás frío” y si no se lo pone no volvemos a repetírselo veinte veces, sino que dejamos que pase frío para que sea él mismo quien se de cuenta de la consecuencia y tenga la necesidad, desde su percepción corporal de ponerse el abrigo. Sé que esto es algo bien difícil para los padres y casi puedo escucharles decir Ya, pero actuando así, enfermará. Se le olvidará. No tiene aún capacidad para darse cuenta de lo que viene después” y exactamente es así. Lo difícil de aprender por la experiencia es que hay que pasarlo y lo difícil para los padres es parar y dejar hacer, sabiendo como saben por su propia experiencia lo que sucede después.

Los niños buenos que siguen muy bien las reglas y hacen todo lo que se les dice, también son las personas adultas que hacen lo que se les dice y no expresan sus opiniones o intereses guiándose por lo que es correcto según el criterio de los otros (pareja, jefes, amistades, etc.)

Y desde el punto de vista del adulto podemos cultivar la mirada de principiante que nos propone el mindfulness para observar el mundo tal y como es, no como nuestra mente dice que es. Estamos sentados al lado de nuestra pareja en el sofá, noche tras noche, año tras año, y presumimos de conocerlo a la perfección. Tanto es así que ya no le hablamos de lo que nos pasó en el día o de lo que vivimos en el trabajo para qué si ya sabe como soy” “para qué si ya sé que no le importa o que sabe lo que sucede. Hablamos de nosotros mismos o de la pareja contando las mismas historias de quienes somos como si lleváramos unos trajes que jamás nos quitamos y conforman el ser que somos. Nos adaptamos a funcionar con el piloto automático de nuestra mente y vivimos en la mente apartados de la experiencia real. La mirada de principiante consiste en hacer el esfuerzo de mirar las cosas como si fuera la primera vez, dejando a un lado los juicios y valoraciones de nuestra mente, dándonos cuenta de lo que sucede aquí y ahora tal y como está sucediendo aquí y ahora. La vida es lo que sucede en la realidad. La mente nos atrapa contándonos cómo es la vida y tenemos a creerla con más fuerza que a la realidad misma.

“Lo tienes delante de los ojos y no lo ves”