¿Cómo puedo gestionar los límites con mis hijos?
“Mamá, quiero que me compres otro chupa chups, cómprame otro chupahuuuuuuups”
Nervios, gritos, confusión, “¿Se lo compro para que deje de dar el espectáculo? Pero entonces estará saliéndose con la suya”
Seguro que esta situación te suena. Probablemente pensabas algo semejante o tuviste cerca alguien que te dijo “Este niño lo que necesita son límites”.
Las situaciones más conflictivas suelen darse en las familias cuando queremos poner un límite a un niño y no queremos resultar dictatoriales ni tampoco demasiado permisivos. Eso hace que nos sintamos confusos y frustrados y reaccionemos con bastante agresividad, ya sea para prohibir o para conceder un deseo. Nuestra reacción influye mucho en cómo el niño aprende a relacionarse con sus padres y en la actitud que va a exhibir en la siguiente ocasión. Por eso, antes de darte consejos concretos es importante que comprendamos la naturaleza de los límites.
Como decía Rebeca Wild en “Educar para ser”, vivir es estar limitado. Desde que nacemos dependemos para todo de otra persona que nos alimente, limpie, abrigue, consuele, ame… Y esas limitaciones siguen presentes durante mucho tiempo. Si nos fijamos bien en el ritmo de las familias –observa la tuya- casi todo está marcado de antemano para los niños: a qué hora se levantan, comen y se acuestan; qué actividades realizan; qué deben estudiar; las cosas que pueden y no pueden hacer en función de su edad … Como ves, en la vida cotidiana estamos limitados y los niños lo experimentan a todas horas.
Así que cuando hablamos de ausencia de límites o de cómo poner límites en realidad solemos querer decir “obedecer” o también “respetar unas normas de convivencia”. Sin duda que educar es una de las tareas más complejas y esforzadas que existen, pero también la que más satisfacciones otorga. Tener hijos moldeables que obedecen es el sueño de muchos padres. Sin embargo eso choca de frente con la naturaleza del ser humano. Sin iniciativa y curiosidad, sin capacidad de liderazgo, sin intención de llegar más allá de lo evidente y de lo impuesto, el ser humano apenas hubiese evolucionado como lo ha hecho. Así que es lógico que un niño desee algo y que, si encuentra un obstáculo, quiera salvarlo para alcanzar su objetivo.
La convivencia es un arte complejo y la familia lo es más. Por eso contar con la comprensión de quién es un niño, de cuáles son sus necesidades y de cómo acompañarle es muy importante para que crezca sabiendo relacionarse sin sacrificar por el camino sus sueños ni su personalidad.
Hay conductas que no permitimos o que no son buenas para los niños: del modo en que se lo transmitamos dependerá la relación que tengamos con ellos en el presente y en el futuro. Y establecer límites no es una excepción. Puedes conseguirlo provocando miedo y amenazando o a través de la confianza y la aceptación.
Cuando soy capaz de explicar “Sé que quieres jugar más, pero ahora voy a descansar” en lugar de echar al niño de mi lado, o acusarle de ser pesado porque me ha insistido varias veces y yo he dicho “espera” otras cuantas, comunico mi límite personal, las relaciones son auténticas, todos sabemos a qué atenernos, los adultos protegemos nuestras necesidades y límites sin agredir a los niños y la interacción familiar es fluida.
¿Qué quiero decir cuando hablo de límites? Que los niños aprendan a ser respetuosos con los demás, a cumplir las normas de convivencia, y asumir las consecuencias de sus decisiones y actos. Y esto no es algo que se consiga a base de teoría, sino por aprendizaje vicario, es decir, observando y recibiendo información directa sin manipulación emocional.
Te propongo lo siguiente:
1-Revisa qué límites tienes en la relación con tu hijo, en vuestra organización y elimina aquellos que no sean imprescindibles. Nadie que viva en un corsé de normas constante es feliz ni colabora. Cuantos menos límites haya más fácil será para el niño respetarlos.
2-Observa cómo los transmites y qué reacción tienen cuando los comunicas con tu estilo habitual. Ahora indaga un poco en ti ¿qué sientes cuando hacen algo “inadecuado” o “se saltan un límite”? ¿Recurres a gritos, amenazas, eres directo y haces que se cumpla, no insistes más? Contempla la posibilidad de estar tú en el lugar de tus hijos y recibir tus palabras y reacciones ¿te parece oportuno, positivo? ¿Qué aporta a su vida, a su educación?
3-No te compares ni compares a tus hijos con otros: cada familia establece sus propias normas respecto a los horarios, el uso de los objetos, las actividades comunes y de cada persona.
4-Cuando encuentres una alta oposición en tus hijos que se mantiene en el tiempo quizá sea hora de revisar la norma-límite junto a ellos: es mucho más fácil que cumplan si se han comprometido y se sienten incluidos en la toma de decisiones
5-Plantéate si los límites que quieres establecer respetan las necesidades de los niños: la alimentación, el descanso, el tiempo de juego, el contacto físico, la exploración de su entorno, la manipulación de los elementos naturales y la comunicación contigo han de estar cubiertas para que colaboren.
Mª Pilar Gómez es Coach de Familia e Inteligencia Emocional
Acompaña a parejas, educadores y padres para que construyan relaciones saludables y favorezcan el desarrollo de la identidad de los niños sin conflictos.
Trabaja en el Centro Terapéutico Bienestar de Bezana como Coach Familiar y asesora a decenas de padres a través de sus formaciones y sesiones online a través de Crianzaenfamilia.com
Es Maestra, Experta en Mediación Familiar, está especializada en Coaching para la Salud y es madre de tres.