Educación sexual en casa: por qué y cuándo empezar
Muchas familias preguntan cuándo es el momento de empezar a tratar el tema de sexualidad con sus hijos e hijas.
El psicólogo, pedagogo y escritor Bernabé Tierno defendía que “la educación de los afectos y de la sexualidad es cosa de los padres”. Y no podemos olvidar que con éstos colaboran, de forma inevitable, y en mayor o menor medida, el resto de agentes socializadores; la escuela, medios de comunicación, grupos de amigos…
Las familias deben tener un papel colaborativo con la escuela, pero es importantísimo que trabajen este aspecto desde el momento en el que sus hijos e hijas nacen.
Haciendo referencia a la premisa de que en todo momento estamos educando; con lo que se dice y lo que se calla; con lo que se hace y no se hace; y al objetivo general de la sexología, que es ayudar a que nuestros hijos e hijas se conozcan, acepten y vivan con satisfacción su vida, tenemos la primera pauta para hacer una buena educación sexual en su etapa de infancia.
Teniendo en cuenta los estudios realizados por Félix López Sánchez, catedrático de Psicología de la Sexualidad, podríamos resumir las funciones de las familias en educación sexual en las siguientes:
Ser adecuadas figuras de apego. Les estamos educando positivamente cuando les abrazamos, les acariciamos y besamos, en su etapa de bebé. Con estas manifestaciones, recibe sentimientos de protección, aprende a comunicarse de forma íntima y a tener seguridad en la otra persona (siente que le quiere) y en sí mismo (se siente querido). Asimismo desarrolla una capacidad de querer a los otros, y sentará las bases de lo que será su código de intimidad, que le acompañará durante su vida adulta
Ser modelos aceptables. Además de ser un activo buscador de estímulos sociales, sobretodo con las personas cercanas, el infante se identifica con estos modelos y desea ser como ellos. Lo que refuerza la tendencia de su aprendizaje por imitación. Debemos ofrecerles un concepto positivo del ser humano y el entorno en el que habitamos, un trato de igualdad y respeto hacia todos, y una expresión mutua de los afectos e intimidad.
Protegerles de riesgos reales e imaginarios. Una de sus mayores angustias suele ser el miedo a ser abandonado o perder a las figuras de apego; miedo que podemos minimizar actuando según el primer punto.
En cuanto a los riesgos reales, nuestra misión es protegerles y prevenirles de posibles abusos sexuales, y aceptar su identidad sexual y orientación sexual.
Responder a sus preguntas. Y si no sabemos cómo, podemos ayudarnos de cuentos, guías, charlas para familias o asesoramiento. Incluimos en este punto adelantarse a los sucesos evolutivos más importantes, para que se sientan con información de los cambios que van a sucederle; y por lo tanto con mayor seguridad.
Aceptar la sexualidad en esta etapa, como una forma de conocerse a sí mismo. La clave es no mirar con ojos adultos las necesidades de autoconocimiento natural típicas de cada momento. Así como aprender a desvincularse, sin hacer daño a las hijas e hijos y colaborar con la escuela y saber buscar ayuda.
Es posible que sepamos poco de genitales o de prevención de embarazos, y a pesar de eso consigamos ser felices y hacer sentir feliz a nuestros hijos y nuestras hijas. Sin embargo es muy difícil ser feliz y sentar una base sana de intimidad sin saber expresar nuestras emociones ni recibir afectos.
Silvia Quílez Lahuerta.
Diplomada en Estudios Sociales.
Máster en Sexología
Imparte charlas y talleres de Educación Afectivo-Sexual en Colegios, Ampas y Asociaciones de Mujeres.
Trabaja como Directora de Escuelas de tiempo libre y formadora, impartiendo Cursos oficiales de monitores, directores y auxiliares de actividades de tiempo libre educativo infantil y juvenil.