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¿Por qué mi hijo no mejora?

DM Nov 18

Somos muchos los padres y madres que llevamos años intentando que nuestro hijo o hija mejore, pero no hay manera de conseguirlo.


¿Por qué?
No lo conseguimos porque, de la misma forma que ahora no podemos cambiar esas cosas que no nos gustan de nuestra pareja, ni pudimos cambiar en su momento a nuestros padres, no podemos cambiar directamente a nuestros hijos.


¿Y por qué no podemos?
En el caso concreto de nuestros hijos e hijas, no podemos cambiarlos porque la actitud que queremos cambiar es fruto de una historia de vida, de una serie de patrones de conducta y de interacciones familiares que se han ido forjando a lo largo de su vida y de la que, directamente, nosotros formamos parte. Estos patrones de conducta adquiridos serán los que luego condicionarán las buenas y las malas actitudes que los niños y niñas adoptarán en sus ámbitos de vida: el colegio, los amigos, la pareja…


Cada vez que explico esto a las familias que acuden a nuestro centro de acompañamiento escolar, muchas se preocupan pensando que quizás entonces todo ha sido culpa suya, pero podemos estar tranquilos, esto no es así. Los padres y madres no somos culpables. De hecho, lo más probable es que ya lo hayamos intentado todo para poder ayudarle: ser más duros, ser muy blandos, ser dialogantes, ser exigentes, apelar a su motivación o a su sensibilidad… todas las opciones a nuestro alcance o todos los consejos que nos han “recetado” ya los hemos probado pero no han funcionado. Nosotros hacemos siempre lo que creemos mejor en cada momento, con toda la información que tenemos. Lo que sucede es que nosotros mismos también somos fruto de nuestra propia historia de vida. En nuestra historia también han existido y existen unos patrones de conductas de nuestra familia de origen de los que tampoco podemos desprendernos fácilmente. Y estos son, a su vez, los que determinan las distintas situaciones y posibles conflictos en nuestro hogar.


¿Entonces cuál es la solución? ¿Qué puedo hacer para que mi hijo mejore?

Lo primero que tenemos que hacer es entender que, a un nivel profundo, nuestros hijos siempre nos están haciendo de espejo para que tengamos la oportunidad de mejorarnos a nosotros mismos. Nos están ofreciendo la posibilidad de hacer consciente lo inconsciente y de poder conseguir, de este modo, un aprendizaje y una mejora personal.


Si en lugar de dirigir mi atención y las soluciones hacia mi él o ella, me paro un momento y empiezo a dirigir la atención hacia mí mismo y hacia mis propias conductas y actitudes, seré capaz de ver qué hay de mí mismo en el conflicto que está teniendo mi hijo. Esto no resolverá de inmediato el problema, pero será el primer paso y el más importante, ya que será el que marque el punto de inflexión hacia la mejora mutua. Dicho de otro modo: Para poder ayudar a nuestro hijo, antes debemos mejorar nosotros.


¿Y cómo me mejoro a mí mismo?
La mejora de uno mismo se basa en lo que en muchos ámbitos se conoce como el “crecimiento personal”. El crecimiento personal es un proceso que permite a las personas darse cuenta de porqué actúan de una determinada manera en las situaciones de su vida en las que aparecen conflictos o tensiones. Tenemos que tener en cuenta que somos seres reactivos y nuestra reactividad es la que genera, a su vez, la realidad que vivimos.


A través de distintos procesos de introspección nos acabamos conociendo mucho mejor a nosotros mismos y hacemos consciente lo que, hasta ahora, era inconsciente y nos estaba perjudicando a nosotros y a nuestro hijo, a nuestra hija o a nuestra pareja sin que ni si quiera nos diéramos cuenta.
Cuando conseguimos ser conscientes de porqué nos afectan según qué situaciones o acciones de las personas de nuestro entorno, somos capaces de cambiar nuestra reacción hacia ellas y nuestra vida y nuestras relaciones mejoran de una manera extraordinaria.


Como consecuencia de nuestro propio cambio, todo el ambiente puede relajarse y disminuye la tensión. Gracias a esta nueva situación, conseguimos que un espacio que antes estaba ocupado por la reactividad y los patrones de conducta equivocados quede vacío y se pueda ocupar con un entorno de calma donde puedan aparecer las tomas de conciencia y las reflexiones, y donde todas las personas de la familia puedan darse cuenta de cosas que les lleven a transformarse a sí mismas y a mejorar.

En resumen…
No existen las recetas mágicas ni ningún botón que podamos pulsar para que nuestro hijo mejore. En el fondo, como todo en la vida, todo empieza y acaba en uno mismo: nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestros hijos e hijas…


Os animamos entonces, a dirigir la atención hacia vosotros mismos cada vez que queráis cambiar una actitud o comportamiento de alguna miembro de vuestra família. De esta forma veréis como poco a poco, irá mejorando vuestra realidad y la suya.

Marc Rojo Mestres


Marc Rojo Mestres
Marc es pedagogo especialista en crecimiento personal, rendimiento escolar para adolescentes y terapeuta familiar. En su Centro de Acompañamiento Escolar Despegamos en Santander, Marc y su equipo ayudan a los estudiantes y a sus familias a mejorar su vida escolar y personal gracias al crecimiento personal, la educación emocional, las técnicas de estudio y el refuerzo académico.

Desde el apartado Charlas Formativas podrás acceder a las 5 sesiones del curso Crecimiento Familiar impartido por Despegamos  https://proyectocrece.eldiariomontanes.es/crece/charlas/

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